viernes, 22 de febrero de 2013

11 de Septiembre



Los días, semanas y meses, pasan tan rápido que no los puedo describir, y se me olvida hacerlo, pero hay algo que no he olvidado, un suceso que paso el 11 de septiembre del 2012, más allá del contexto histórico que significa tanto para mi país, como para el mundo, será un día que guardaré en mi, como el antes y después de mi vida y todo ocurrió, después de encontrar a mi compañero de aventuras.
Una vez leí que, la vida es eso que sucede mientras estamos ocupados resolviendo nuestros problemas. Y tiene mucho de cierto, hay cosas tan bellas que pasan a diario, a nosotros a nuestras familias, amigos, al mundo, pero somos incapaces de valorarlas, de detenernos a disfrutarlas, pero si nos detenemos a disfrutar y a revolvernos de nuestras desdichas, es difícil de entender. Y así, se nos pasa la vida, sin contagiar sonrisa (es tan bakan esa sensación durante la risa y después de ella) o sin mirar lo lindo que esta el cielo (nunca es igual un atardecer al de otro, es totalmente irreal y hermoso y pasa todas las tardes) una conversa con los buenos amigos (siempre alimenta el alma) un chocolate por la noche y tantas otras cosas que sin duda suenan muy muy cursies, pero queramos o no, si describimos las cosas lindas que tiene la vida, por más detalles que sean, sonarán cursie y quien reniegue de ella, es claramente porque vive en estado de amargura.
Un 11 de septiembre mi vida se detuvo, sinceramente no sentí ni pena, ni rabia, tampoco alegría, ni menos ganas de llorar, mi cabeza se congelo con el tiempo…
voy a ser mamá.



Teatro Colón (finales de nov. del 2012)




Andre me invitó al distinguido teatro Colón, que sería como el teatro Municipal de mi queridísimo Santiago de Chile, yo dije al tiro que si, no sabía lo que vería, pero una invitación tan fina, no podía rechazarla una señorita aristócrata como yo, así que embale sus buenos huevos duros y dos panes con chancho y partimos. Andre vestía una intelectual, pero no menos sexy tenida oscura y yo una apretada falda a la cintura (creo que engorde) que por cierto desabroche y la cubrí con mi hermoso abrigo café (que siempre uso)
Como buenas chilenas apitutadas, no teníamos entradas, pero una amiga de Andre nos dio una boletas y para nuestra sorpresa nos tocó palco… Ahora bien, que veríamos? No teníamos ideas, la cosa era estar ahí, Andre me había comentado que al parecer se presentarían unos bailarines de flamenco y yo pensaba que era  una obra de teatro… entramos y pasamos de pasillos en pasillos, hasta que un señor nos ubicó en un palco, (Mirsh!) se abre las cortinas y de pronto tres músicos vestidos de pingüinos sale en gloria y majestad, se sienta uno con un violín, otro con un chelo y un tercero en un piano maravilloso de cola, bien lindo todo y súper agradecida de la invitación, pero imaginé lo que se venía… yo nunca he sido muy amiga de la música clásica, acto seguido, mi mente y cuerpo inquietos comenzó a sudar, y ni si quera comenzaba el show. Bien, después de unos segundos, inició la partitura, y como una rata en el flautista de Hamelin, me sentí muy poseída y entretenida con cada uno de los acordes, y más aun, con los esquizofrénicos y apasionados movimientos de los músicos, parecían que sus cabezas iban a volar, los dedos de cada uno de ellos, tenían vida propia, yo atónita y casi emocionada, me paralice en ese cuadro, cuando de pronto, sin darme cuenta el espectáculo había terminado, una hora, la sentí como 10 segundos en mi mente, me levanté y aplaudí generosamente, y eso, se los retrato a continuación.




.